martes, 3 de julio de 2012

EL LADRÓN Y LOS VALORES




Calvino apunta sus valores, para aplicarlos a un antivalor.

En el cine la clasificación artística de las producciones cinematográficas puede resultar muy complicada. Partiendo desde la ambigüedad  que el arte mismo representa, hasta un nivel exacto de medir cualquier tipo de expresión como artística, o algo distinto a ello.

Teniendo en cuenta esto, el escritor italiano Italo Calvino propuso cinco valores estéticos para tener en cuenta en la obra de arte al momento de analizarla. Estos valores se complementan el uno con el otro y no se excluyen. También tienen en cuenta la subjetividad de cada ser, que no debe ser despreciada ya que esto es lo que hace al arte tan complejo y maravilloso.

Tomemos por ejemplo la producción cinematográfica italiana de 1948, dirigida por Vittorio de Sica, El Ladrón de Bicicletas. La película nos narra la desventura que pasa Antonio Ricci, en la Roma de la posguerra, donde el trabajo escasea y la situación es preocupante. Antonio encuentra trabajo pegando afiches de cine, pero para ello necesita de su bicicleta, la cual es robada justo el primer día de su trabajo, lo que lo lleva a una serie de situaciones desesperantes para poder encontrarla y así seguir laborando, lo cual resulta inútil.

Si analizamos El Ladrón de Bicicletas, podemos concluir que, efectivamente, contiene y cumple con todos los valores señalados por Calvino para ser considerada como obra artística. El valor de la levedad esta presente, por ejemplo, en la fluidez en la que es narrada la historia. Es simple, sin mayores complicaciones, pero esto no pierde sus simbolismos que indirectamente reflejan la trama social alrededor de la historia.

La lluvia que cae fuertemente, volviendo un panorama más gris sobre el ya desesperado Antonio, refleja, junto con el sitio donde se realiza la escena, la clase social pobre, siniestra, y casi sin valores, cuyas soluciones a sus problemas parecen cada vez más lejanas ante un estado que los olvida. También los textos sencillos, las situaciones claras y no pesadas, las tomas al aire libre, con actores naturales, y el particular realismo con el que es realizada esta producción, denota el valor de la levedad propuesto por Calvino.

Si tenemos en cuenta las escenas donde Antonio acude a una adivina para intentar saber el futuro de su bicicleta en vano, a la policía, o incluso a un compañero de partido, o la búsqueda en el mercado, además de las situaciones que derivan de la presión de su trabajo, e incluso encontrar al ladrón de su bicicleta, y que este termine impune y él sin reclamar justicia, podemos afirmar que la rapidez es un valor persistente en esta producción.

Los primeros planos, los giros, e incluso la capacidad de guiar la historia por ámbitos diferentes para perseguir un mismo objetivo (encontrar el ladrón, y la bicicleta), e incluso el giro al final, donde el inquisidor se vuelve el criminal, realza la labor del director movilizar la historia rápidamente, guiarla por caminos distintos, direccionarla en otros rumbos, pero persiguiendo un mismo objetivo que rápidamente vuelve a lo central, garantizan una rapidez propuesta por Calvino evidente e incuestionable.

Por los sitios usados para la grabación, los actores naturales, la situación verosímil, que puede sucederle a cualquiera en cualquier lugar, además de la triste realidad del final, la exactitud de El Ladrón de Bicicletas, no tiene discusión.

La desesperación de Antonio, la complicidad de su hijo Bruno, así como los sentimientos encontrados que tienen ambos al ver que el padre actúa de la manera que hacía unos momentos perseguía y condenaba, todo debido a la situación de injusticia social, inseguridad, pobreza, y otros factores que pueden ser perfectamente asimilables aún a esta realidad, a este tiempo, y a casi todas las sociedades.´

Escenas memorables como Antonio capturado por la gente en flagrancia mientras robaba la bicicleta, o la plaza llena de personas mientras el ladrón escapa dentro del tumulto, reflejan una sociedad necesitada e injusta, que lleva al más noble a hacer lo más bajo para no terminar derrotado en una batalla de evidente ganador.

Un lenguaje simbólico, representado en la visita a la adivina que augura algo predecible pero aplicable, la multitud reclamando justicia ante lo cual era totalmente opuesto cuando Antonio intentó hacerlo, la lluvia, la plaza llena de gente, las constantes tomas de plazas y pobreza, hablan de una manera no directa, sobre la injusticia en una sociedad decadente que no hace mucho sobre aquel que no tiene nada.

Esta es la visibilidad, un valor que, para Calvino, hace énfasis en aquello que no habla con las palabras, pero que está presente para dar a la historia ese trasfondo profundo que en el lenguaje se traduce como aquello que está presente permanentemente. Como sucede en la película, durante sus tomas, sus locaciones, sus actores, y las situaciones, el lenguaje es claro, aún cuando no se vea: la injusticia y la negligencia social.

A veces pareciera que en cualquier historia, hay hechos aislados que pierden relación con el eje temático. Aunque en El Ladrón de Bicicletas casi nunca se pierden del mismo tema, si se derivan acciones que parecen restarle trascendencia a la temática central, pero que, curiosamente, tienen relación con la comprensión y el análisis de la producción.

La multiplicidad es la co-relación y significado de las diferentes historias, y las otras cosas que parecieran alejadas pero que complementan la obra. En la película está presente en los giros que tiene, como la visita a la adivina, que con un “si no la encuentras ahora, no la encuentras nunca” augura de manera casi tonta, la triste realidad que va a enfrentar Antonio. O la multitud que lo acorrala por querer ajuiciar al ladrón de su bicicleta, luego que otra multitud lo acorrala, en harás de hacer justicia ante la prueba de él robando una bicicleta, o el llanto de Bruno, que queriendo salvar a su padre no deja escapar un trazo de decepción ante la triste caminata final.

Todas estas cosas, aplicadas a la levedad, rapidez, exactitud y visibilidad, configuran la multiplicidad, que reúne todos los elementos para hacer compleja, subjetiva y trascendente la obra de arte, que se cumple en El Ladrón de Bicicletas, y que, teniendo en cuenta los valores de Calvino, representa una gran obra de arte.  



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