Calvino
apunta sus valores, para aplicarlos a un antivalor.
En
el cine la clasificación artística de las producciones cinematográficas puede
resultar muy complicada. Partiendo desde la ambigüedad que el arte mismo representa, hasta un nivel
exacto de medir cualquier tipo de expresión como artística, o algo distinto a
ello.
Teniendo
en cuenta esto, el escritor italiano Italo Calvino propuso cinco valores
estéticos para tener en cuenta en la obra de arte al momento de analizarla. Estos
valores se complementan el uno con el otro y no se excluyen. También tienen en
cuenta la subjetividad de cada ser, que no debe ser despreciada ya que esto es
lo que hace al arte tan complejo y maravilloso.
Tomemos
por ejemplo la producción cinematográfica italiana de 1948, dirigida por
Vittorio de Sica, El Ladrón de
Bicicletas. La película nos narra la desventura que pasa Antonio Ricci, en
la Roma de la posguerra, donde el trabajo escasea y la situación es
preocupante. Antonio encuentra trabajo pegando afiches de cine, pero para ello
necesita de su bicicleta, la cual es robada justo el primer día de su trabajo,
lo que lo lleva a una serie de situaciones desesperantes para poder encontrarla
y así seguir laborando, lo cual resulta inútil.
Si
analizamos El Ladrón de Bicicletas, podemos
concluir que, efectivamente, contiene y cumple con todos los valores señalados
por Calvino para ser considerada como obra artística. El valor de la levedad
esta presente, por ejemplo, en la fluidez en la que es narrada la historia. Es
simple, sin mayores complicaciones, pero esto no pierde sus simbolismos que
indirectamente reflejan la trama social alrededor de la historia.
La
lluvia que cae fuertemente, volviendo un panorama más gris sobre el ya
desesperado Antonio, refleja, junto con el sitio donde se realiza la escena, la
clase social pobre, siniestra, y casi sin valores, cuyas soluciones a sus
problemas parecen cada vez más lejanas ante un estado que los olvida. También
los textos sencillos, las situaciones claras y no pesadas, las tomas al aire
libre, con actores naturales, y el particular realismo con el que es realizada
esta producción, denota el valor de la levedad propuesto por Calvino.
Si
tenemos en cuenta las escenas donde Antonio acude a una adivina para intentar
saber el futuro de su bicicleta en vano, a la policía, o incluso a un compañero
de partido, o la búsqueda en el mercado, además de las situaciones que derivan
de la presión de su trabajo, e incluso encontrar al ladrón de su bicicleta, y
que este termine impune y él sin reclamar justicia, podemos afirmar que la
rapidez es un valor persistente en esta producción.
Los
primeros planos, los giros, e incluso la capacidad de guiar la historia por
ámbitos diferentes para perseguir un mismo objetivo (encontrar el ladrón, y la
bicicleta), e incluso el giro al final, donde el inquisidor se vuelve el
criminal, realza la labor del director movilizar la historia rápidamente,
guiarla por caminos distintos, direccionarla en otros rumbos, pero persiguiendo
un mismo objetivo que rápidamente vuelve a lo central, garantizan una rapidez
propuesta por Calvino evidente e incuestionable.
Por
los sitios usados para la grabación, los actores naturales, la situación
verosímil, que puede sucederle a cualquiera en cualquier lugar, además de la
triste realidad del final, la exactitud de El
Ladrón de Bicicletas, no tiene discusión.
La
desesperación de Antonio, la complicidad de su hijo Bruno, así como los
sentimientos encontrados que tienen ambos al ver que el padre actúa de la
manera que hacía unos momentos perseguía y condenaba, todo debido a la
situación de injusticia social, inseguridad, pobreza, y otros factores que
pueden ser perfectamente asimilables aún a esta realidad, a este tiempo, y a
casi todas las sociedades.´
Escenas
memorables como Antonio capturado por la gente en flagrancia mientras robaba la
bicicleta, o la plaza llena de personas mientras el ladrón escapa dentro del
tumulto, reflejan una sociedad necesitada e injusta, que lleva al más noble a
hacer lo más bajo para no terminar derrotado en una batalla de evidente
ganador.
Un
lenguaje simbólico, representado en la visita a la adivina que augura algo
predecible pero aplicable, la multitud reclamando justicia ante lo cual era
totalmente opuesto cuando Antonio intentó hacerlo, la lluvia, la plaza llena de
gente, las constantes tomas de plazas y pobreza, hablan de una manera no
directa, sobre la injusticia en una sociedad decadente que no hace mucho sobre
aquel que no tiene nada.
Esta
es la visibilidad, un valor que, para Calvino, hace énfasis en aquello que no
habla con las palabras, pero que está presente para dar a la historia ese
trasfondo profundo que en el lenguaje se traduce como aquello que está presente
permanentemente. Como sucede en la película, durante sus tomas, sus locaciones,
sus actores, y las situaciones, el lenguaje es claro, aún cuando no se vea: la
injusticia y la negligencia social.
A
veces pareciera que en cualquier historia, hay hechos aislados que pierden relación
con el eje temático. Aunque en El Ladrón
de Bicicletas casi nunca se pierden del mismo tema, si se derivan acciones
que parecen restarle trascendencia a la temática central, pero que,
curiosamente, tienen relación con la comprensión y el análisis de la
producción.
La
multiplicidad es la co-relación y significado de las diferentes historias, y
las otras cosas que parecieran alejadas pero que complementan la obra. En la
película está presente en los giros que tiene, como la visita a la adivina, que
con un “si no la encuentras ahora, no la encuentras nunca” augura de manera
casi tonta, la triste realidad que va a enfrentar Antonio. O la multitud que lo
acorrala por querer ajuiciar al ladrón de su bicicleta, luego que otra multitud
lo acorrala, en harás de hacer justicia ante la prueba de él robando una
bicicleta, o el llanto de Bruno, que queriendo salvar a su padre no deja
escapar un trazo de decepción ante la triste caminata final.
Todas
estas cosas, aplicadas a la levedad, rapidez, exactitud y visibilidad,
configuran la multiplicidad, que reúne todos los elementos para hacer compleja,
subjetiva y trascendente la obra de arte, que se cumple en El Ladrón de Bicicletas, y que, teniendo en cuenta los valores de
Calvino, representa una gran obra de arte.
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